viernes, 26 de marzo de 2010

El caminante sobre el mar de nubes

Me inspira tanto y tantas cosas esta simple imagen... Se trata de un cuadro de Friedrich, que hasta hace poco desconocía. No me interesa en absoluto la interpretación estándar que suela darse a este cuadro, ni las características físicas, ni si es una acuarela o un óleo. Tampoco me interesa si pertenece al Romanticismo (en este caso sí) o si es una obra manierista o gótica. Pocos cuadros llegan a trasmitirme algo, por leve que sea.

El caminante aparece sobre un risco de piedra, oscuro, y solitario. No está realmente solo. Observa, resignado, una masa amorfa, como quien mira momentos antes una catástrofe que sabe que no va a poder remediar en ninguno de los casos. Es una posición dominante, sí, pero también atormentada. La amargura del que se siente solo entre sus propios amigos, del que se siente apesadumbrado por no poder hacer nada por remediarlo. Admira a los que pueden disfrutar de las cosas sencillas de la vida. Él no puede, es algo más que eso. Una vez que superas la maldita barrera que te permite pensar realmente en la vida, en la muerte, y adónde lleva todo, es imposible de cerrar. Una astilla se clava en el suelo impidiendo cerrar la puerta, y así la llave de la felicidad se pierde para siempre.

Algoritmos

¿Qué es la vida, sino
una flor que se marchita
como presa de la ira?

Amanece

Fiel espejo del camino recorrido,
hoja de papel al viento
que vuela.

Rojizo amanecer del sinsentido,
oscuro tren sin luces
ni bandera.

Tú, ellos, en torno al árbol caído,
que agonizante,
desespera.

Amargo el puñal clavado,
en mi pecho, abatido:
Hoy no vale la pena.